La bendición del Servicio
Es de suma importancia que evaluemos lo que nos motiva servir. Otros debemos
implementar la importancia de servir. Algunos otros debemos preguntarnos porque
servimos.
El saber servir, el saber porque servimos nos permitirá desarrollo de carácter
de la mas alta calidad.
La escritura nos dice:
"Entonces los que veneran al Eterno hablaron cada uno a su compañero.
Y el Señor oyó con atención. Y fue escrito un libro de memoria ante él en favor
de los que reverencian al Eterno, y piensan en su Nombre. – Mal. 3:16.
Todo lo que hacemos nos se registra en el cielo. ¿Qué deseamos que se registre
en el cielo de nosotros?
El mar dio los muertos que estaban en él, y la muerte y el sepulcro dieron
los muertos que estaban en ellos. Y cada
uno fue juzgado según sus obras. – Apo. 20:13
En el juicio, nuestras obras, servicio será evaluado y tendra mucha que ver
con ser salvos o perdidos. Por lo tanto es necesario que tomemos esto con
seriedad.
Al implementar la bendición del servicio debemos tambien cuidarnos del
no hacerlo por llamar la atención. Dios
condena eso. Las escrituras nos dicen:
Guardaos de ejercer vuestros actos de justicia ante los hombres, para ser
vistos por ellos. De esa manera no tendréis merced de vuestro Padre celestial. Así, cuando des limosna, no toques trompeta
ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser
honrados por los hombres. Os aseguro que ya tienen su recompensa. Pero cuando tú des limosna, no sepa tu
izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto. Y tu
Padre que ve en secreto, te recompensará en público. – Mat. 6:1-4.
Cristo mismo nos dio gran ejemplo de servicio. Sus obras tenían objetivos y
esos ebjetivos eran la meta del creador elevarnos, ayudarnos y darnos mejor
vida.
Jesús les preguntó: "Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre,
¿por cuál de ellas me apedreáis?" Respondieron
los judíos: "No queremos apedrearte por buena obra, sino por la blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces Dios". Respondió Jesús: "¿No está
escrito en vuestra Ley: 'Yo dije, dioses sois'?
Si llamó 'dioses' a aquellos a quienes dirigió la Palabra de Dios -y la
Escritura no se puede anular-, a quien el Padre santificó y envió al mundo,
¿vosotros decís: 'Tú blasfemas', porque dije: 'Yo Soy el Hijo de Dios'? Si no
hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque no me creáis
a mí, creed a las obras; para que conozcáis y entendáis que el Padre está en
mí, y yo en el Padre". – Juan 10:32-38.
El consejo de Dios es:
No nos cansemos, pues, de hacer el bien, que a su tiempo segaremos, si no desfallecemos.Así, según tengamos
oportunidad, hagamos el bien a todos, especialmente a los de la familia de la fe.
– Gal. 6:9-10.
EL VERDADERO MOTIVO DEL
SERVICIO
El discurso maestro de Jesucristo pg. 68-86.
"Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, .para ser
vistos de ellos"
Las palabras de Cristo en el monte fueron expresión de lo que había sido la
enseñanza silenciosa de su vida pero que el pueblo no había llegado a
comprender. Al ver que él tenía tanto
poder, no podían explicarse por qué no lo empleaba para alcanzar lo que, según
pensaban ellos, era el bien supremo. El espíritu, los motivos y los métodos que
seguían eran opuestos a los de él. Aunque aseveraban defender con minucioso
celo el honor de la ley, lo que en verdad buscaban era la gloria personal y
egoísta. Cristo quería enseñarles que la persona que se ama a si misma
quebranta la ley.
Sin embargo, los principios sostenidos por los fariseos han caracterizado a
la humanidad en todos los siglos. El
espíritu del farisaísmo es el espíritu de la naturaleza humana; y mientras el
Salvador contrastaba su propio espíritu y sus métodos con los de los rabinos,
enseñó algo que puede aplicarse igualmente a la gente de todas las épocas.
En los tiempos de Cristo los fariseos procuraban constantemente ganar el favor del cielo para
disfrutar de prosperidad y honores mundanos, que para ellos constituían la
recompensa de la virtud. Al mismo tiempo
hacían alarde de sus actos de caridad para atraer la atención del público y
ganar así renombre de santidad.
Jesús censuró esta ostentación, declarando que Dios no 70 reconoce un
servicio tal, y que la adulación y admiración populares que ellos buscaban con
tanta avidez eran la única recompensa que recibirían.
"Cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público".
Con estas palabras, Jesús no quiso enseñar que los actos benévolos deben
guardarse siempre en secreto. El apóstol
Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, no ocultó el sacrificio personal de los
generosos cristianos de Macedonia, sino que se refirió a la gracia que Cristo
había manifestado en ellos, y así otros se sintieron movidos por el mismo
espíritu. Escribió también a la iglesia
de Corinto: "Vuestro ejemplo ha estimulado a muchos".*
Las propias palabras de Cristo expresan claramente lo que quería decir, a
saber, que en la realización de actos de caridad no se deben buscar las
alabanzas ni los honores de los hombres.
La piedad verdadera no impulsa a la ostentación. Los que desean palabras de alabanza y
adulación, y las saborean como delicioso manjar, son meramente cristianos de
nombre.
Por sus obras buenas, los seguidores de Cristo deben dar gloria, no a sí
mismos, sino al que les ha dado gracia y poder para obrar. Toda obra buena se cumple solamente por el
Espíritu Santo, y éste es dado para glorificar, no al que lo recibe, sino al
Dador. Cuando la luz de Cristo brille en
el alma, los labios pronunciarán alabanzas y agradecimiento a Dios. Nuestras oraciones, nuestro cumplimiento del
deber, nuestra benevolencia, nuestro sacrificio personal, no serán el tema de
nuestros pensamientos ni de nuestra conversación. Jesús será magnificado, el yo se esconderá y
se verá que Cristo reina supremo en nuestra vida.
Hemos de dar sinceramente, mas no con el fin de alardear de nuestras buenas
acciones, sino por amor y simpatía hacia los que sufren. La sinceridad del propósito y la bondad
genuina del corazón son los motivos apreciados por el cielo. Dios considera más preciosa que el oro de
Ofir el alma que lo ama sinceramente y de todo corazón. 71
No hemos de pensar en el galardón, sino en el servicio; sin embargo, la
bondad que se muestra en tal espíritu no dejará de tener recompensa. "Tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público". Aunque es
verdad que Dios mismo es el gran Galardón, que abarca todo lo demás, el alma lo
recibe y se goza en él solamente en la medida en que se asemeja a él en
carácter. Sólo podemos apreciar lo que
es parecido a nosotros. Sólo cuando nos
entregamos a Dios para que nos emplee en el servicio de la humanidad, nos
hacemos partícipes de su gloria y carácter.
Nadie puede dejar que por su vida y su corazón fluya hacia los demás el río
de bendiciones celestiales sin recibir para sí mismo una rica recompensa. Las laderas de los collados y los llanos no
sufren porque por ellos corren ríos que se dirigen al mar. Lo que dan se les retribuye cien veces,
porque el arroyo que pasa cantando deja tras sí regalos de vegetación y
fertilidad. En sus orillas la hierba es
más verde; los árboles, más lozanos; las flores, más abundantes. Cuando los campos se ven yermos y agostados
por el calor abrasador del verano, la corriente del río se destaca por su línea
de verdor, y el llano que facilitó el transporte de los tesoros de las montañas
hasta el mar se viste de frescura y belleza, atestiguando así la recompensa que
la gracia de Dios da a cuantos sirven de conductos para las bendiciones del
cielo.
Tal es la bendición para quienes son misericordiosos con los pobres. El profeta Isaías dice: ¿No es que partas tu
pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando
veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu
salvación se dejará ver pronto... Jehová te pastoreará siempre, y en las
sequías saciará tu alma.... y serás como huerto de riego, y como manantial de
aguas, cuyas aguas nunca faltan".*
La obra de beneficencia es dos veces bendita. Mientras el que da a los menesterosos los
beneficia, él mismo se beneficia en grado aún mayor. La gracia de Cristo en el alma desarrolla
atributos del carácter que son opuestos al egoísmo 72 atributos que han de
refinar, ennoblecer y enriquecer la vida.
Los actos de bondad hechos en secreto ligarán los corazones y los
acercarán al corazón de Aquel de quien mana todo impulso generoso. Las pequeñas atenciones y los actos
insignificantes de amor y de sacrificio, que manan de la vida tan quedamente
como la fragancia de una flor, constituyen una gran parte de las bendiciones y
felicidades de la vida. Al fin se verá
que la abnegación para bien y dicha de los demás, por humilde e inadvertida que
sea en la tierra, se reconoce en el cielo como muestra de nuestra unión con el
Rey de gloria, quien, siendo, rico, se hizo pobre por nosotros.
Aunque los actos de bondad sean realizados en secreto, no se puede esconder
su resultado sobre el carácter del que los realiza. Si trabajamos sin reserva como seguidores de
Cristo, el corazón se unirá en estrecha simpatía con el de Dios, y su Espíritu,
al influir sobre el nuestro, hará que el alma responda con armonías sagradas al
toque divino.
El que multiplica los talentos de los que emplearon con prudencia los dones
que les confió reconocerá con agrado el servicio de sus creyentes en el Amado,
por cuya gracia y fuerza obraron. Los
que procuraron desarrollar y perfeccionar un carácter cristiano por el
ejercicio de sus facultades en obras buenas, segarán en el mundo venidero lo
que aquí sembraron. La obra empezada en
la tierra llegará a su consumación en aquella vida más elevada y más santa que
perdurará por toda la eternidad.
El servicio es lo
que nos hace realmente grantes ante el cielo.
“Hubo entre ellos una discusión
acerca de quién de ellos sería el mayor.
Entonces Jesús les dijo: "Los reyes de las naciones se enseñorean
de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero
vosotros no sois así. Antes el mayor
entre vosotros, sea como el más joven; y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la
mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, Yo Soy
entre vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido
conmigo en mis pruebas.” - Lucas.
22:24-28.
“Pero ellos callaron porque en el camino habían discutido quién era el
mayor. Entonces él se sentó, llamó a los doce, y les dijo: "Si alguno
quiere ser el primero, debe ser el último de todos, y el servidor de
todos".” – Mar. 9:34-35.
La bendición del servicio es en realidad un puente que nos lleva a Dios. El
servir es realmente una bendición y cuando lo hagamos con ese conocimiento
seremos bendecidos.
En el trabajo no seáis perezosos.
Sed fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. – Rom 12:11.